En la Salle, para Halloween, se proporciona una breve distracción del trabajo escolar en forma de un pequeño concurso entre las clases del bachillerato internacional, el cual consiste en decorar la clase de cada uno de la manera más original y completa posible.
En mi clase se decidió rápidamente qué se quería hacer algo basado en películas conocidas de terror, y ya qué hacer una mezcla pareció complicado y poco concreto, nos decantamos por basar las decoraciones en la película ‘It’ (‘Eso’ en Español), que salió el 2017.
El ambiente de la película fue fácil de lograr: hay muchos elementos icónicos en ella, qué eran fáciles de recrear y representar, y que dejaban claro a cualquiera que hubiera visto la película de qué iba el tema. Algunos ejemplos serían los globos rojos que colgamos por las paredes, el chubasquero amarillo y el barquito de papel, pertenecientes a la víctima más emblemática del monstruo, además de las manchas de sangre en las ventanas y la puerta.
En ver la clase casi terminada, me dió la sensación de que faltaba algo. Inmediatamente caí en la cuenta: para toda una clase tematizada alrededor de una película sobre un payaso asesino, faltaba el susodicho en sí. Así que se me asignó dibujar el monstruo y traerlo la mañana siguiente, con tal de darle la pincelada final a la clase.
Para hacerlo, compré una cartulina Din A3 blanca, en la que esbocé aproximadamente la imagen del payaso. Era la primera vez que dibujaba en un lienzo tan grande, y sabía que para pintarlo me vería forzada a recurrir a mis óleos y pinceles, que no tocaba desde hacía años. Me daba cierto respeto la posibilidad de arruinar el dibujo, ya que hacía años que no pintaba. Había sido uno de mis grandes hobbies de pequeña, pero el tiempo y la edad me habían forzado a dejarlo de lado, y había hecho varios intentos de retomarlo; todos fallidos.
Cogí valor y hice la primera pincelada, y después de eso ya no pude despegar el pincel del papel. Redescubrí mi pasión por la pintura y me pasé la tarde perfilando los contornos afilados del rostro del payaso y los tirabuzones de su pelo rojizo. Era la primera vez que usaba oleos diluidos, y resultó ser una muy buena idea: dejaban entrever el lápiz de debajo, pero tampoco estaban excesivamente líquidos, hasta el punto que se hacían transparentes.
Me sentí muy orgullosa del resultado final, y me hizo prometerme a mí misma que a partir de ahora retomaría el arte como hobbie y lo volvería a disfrutar como antaño.