04 Mar
REFLEXIÓN: BINTA Y LA GRAN IDEA

¿Ha perdido la felicidad el sentido de tanto perseguirla?

En clase de CAS vimos una película corta, Binta y la gran idea, dirigida por Javier Fesser en 2004. Este pequeño corto, a parte de ayudarme a concienciar sobre el estado del tercer mundo, me hizo plantarme una pregunta. ¿Que es la felicidad? Queda claro, tras ver la película, que esta no quiere decir lo mismo para todos, sino que se trata de un concepto más individual. ¿Que es lo que la define, entonces?

Si seguimos el ejemplo del corto, veremos que se puede ser feliz con bien poco: ir al colegio, jugar con tus amigos, participar en bailes y juegos, y aplicar una buena dosis de imaginación al mundo (reflejado en una escena en particular, en la que los niños usan la similitud entre las hojas de las altas palmeras y los fuegos artificiales para montarse su propia fiesta.)

Pero estos parámetros no parecen aplicar en el primer mundo, donde los recursos son más abundantes, y la educación está más extendida. Aquí sucede lo contrario; parece que en el primer mundo, es más difícil ser feliz. 

Y esto, ¿porque? ¿Porque la cantidad de nuestros bienes materiales no es directamente equivalente a nuestra felicidad? ¿Porque Binta y sus amigos parecen gozar de una alegría mucho más pura y desenvuelta que la nuestra?

Divulgando, he llegado a una conclusión: la felicidad ha sufrido un exceso de definiciones. Nos hemos centrado tanto en definir el concepto de la felicidad que poco a poco ha ido perdiendo su gracia. Por culpa de nuestro afán de encasillarlo todo en un espacio cerrado y determinado, el ser feliz ha quedado reducido a un retazo de lo que era, y no solo eso, sino que ahora viene con instrucciones.

Hay manuales, hoy en día, sobre como conseguir la felicidad; el mundo decide por ti que es lo que debería hacerte feliz, y que no. 

Hemos dejado de apreciar los pequeños gozos de la vida a favor de trabajar y trabajar con tal de construir una incierta felicidad futura, basada en sueños de dinero y trabajos prestigiosos. La gente ya no se centra en el presente; siempre están ocupados buscando el mañana. No hay espacio para emocionarse sobre un dato curioso que he aprendido hoy en la escuela; cualquier cosa que no entre en el temario ( y consecuentemente en el examen) no es relevante. He de pensar en mi futuro: si no apruebo con buena nota este examen, y el siguiente, y todos los que vengan después, acabaré trabajando en el McDonalds, cocinando hamburguesas hasta la saciedad. 

Esta manera de pensar desacredita las pequeñas felicidades del día a día, y también atrofia la compasión, la solidaridad, y sobretodo, la imaginación. 

Deberíamos dejar de perseguir la felicidad tabulada de un éxito futuro, y permitir que nos encuentre ella misma, paso a paso, día por día. 

Un aspecto a parte que me sorprendió y agradó en la película. Hay una escena en la que se muestra a Binta y a sus compañeros de clase pintando con entusiasmo sobre unas hojas en blanco. En ese momento, la voz en off (que resulta ser la misma Binta), menciona que su color favorito es el carne, y tan buen punto tu mente ha asumido que se refiere al color tradicionalmente pálido de la piel caucásica, la cámara se mueve, y descubres que su folio está cubierto de pintarrajones marrones. Verdaderamente te hace comprender con un ejemplo muy simple cuan blanco-normativo es el mundo. 

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